domingo, 25 de noviembre de 2012

Las aventuras de Enrico Feynman (parte 9)

Continuación de esta aventura fanfic. (Nota: Akula [en ruso: tiburón] es una alusión a los submarinos nucleares tipo Typhoon)

Norte de Aquarela:

Bajamos del dragón Enola y nos dirigimos a la búsqueda de Ébola. Nos habían dicho que estaba por aquí, y tragamos. Era un lugar oscuro como la hoche, y solo se escuchaban las olas del lago.

-Matarratas,- dijo Lluvia- ¿puedes detectar algo con el kimikoho?

-Ahora solamente Hidrógeno, Oxígeno, Nitrógeno y algunos compuestos de carbono- dijo Matarratas.- Lo que vienen siendo moléculas de agua y de aire. También detecto bastante radiación, pero es la que emite el teniente Feynman.

-Según el mapa, estamos en la orilla del Lago Azul- dije yo.- La capital de Aquarela está cruzado el lago.

-¿Cómo vamos a cruzar?- preguntó Kaji.

-Muy sencillo- dije yo.- ¡Akula level A!

Un tiburón gigante, de color verde brillante emergió de las profundidades. Era tan grande como una casa, y tenía una aleta en la parte trasera, detrás de una serie de branquias y tubos, por uno de los cuáles debíamos pasar.

-¿Hay que montarlo?- preguntó Zap.

-Hay que meterse dentro- respondí.- Mejor que os pongáis esto.

Saqué unos trajes de plomo y se los pusieron. Pronto nos introducimos en el interior del Akula. Dentro era en parte hueco, teniendo una zona recubierta y aislada con plomo, en la que había unas sillas y una pantalla.

-¡No es posible!- exclamó Kaji.

-Os debo una explicación- comencé.- Hace tiempo, un elemental de Uranio antepasado mío decidió crear un tiburón que sirviera de vehículo y hogar. Tras algunos experimentos, logró alterar la especie de tiburones de uranio, convirtiéndolas en transportes y permitiendo que la gente pudiese introducirse en su interior.

-Supongo que se trata de bioingeniería a nivel genético- dijo Matarratas.

-Sí- respondí.- Bueno, mejor nos ponemos en marcha. Tengo que pilotar yo, que soy del mismo elemento.

Me puse en la silla de capitán y vi como se encendía la pantalla que nos mostraba lo que estaba viendo el tiburón. Mediante un viejo sistema de alteración mental por frecuencias radiactivas, hice que se moviera hacia la ciudad del Lago Azul. Tras unas horas, llegamos a la capital.

Era una ciudad que se erguía sobre una isla. Debido a la época del año, estaba diluviando y se escuchaba el sonido de los rayos. Salimos del tiburón y nos dirigimos al lugar donde se suponía que estaba Ébola.

De pronto, un extraño elemental hizo presencia. Iba vestido de marrón y tenía en la cabeza un sombrero de pescador y una máscara. De pronto, se la quitó y dijo:

-Saludos, Teniente. ¿Está usted buscando a Ébola?

-¿Quién es usted y por qué sabe usted eso?- pregunté yo.

Continuará.

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